Síndrome metabólico y diabetes: Estado del arte global y en Colombia

Síndrome metabólico y diabetes: Estado
del arte global y en Colombia

Introducción

El síndrome metabólico (SM) es un trastorno complejo caracterizado por la combinación de factores de riesgo cardiometabólicos: obesidad abdominal, resistencia a la insulina, hipertensión arterial y dislipidemia (triglicéridos elevados y colesterol HDL bajo). Esta constelación incrementa notablemente la probabilidad de desarrollar diabetes mellitus tipo 2 (DM2) y enfermedad cardiovascular (ECV). De hecho, se ha observado que la presencia de SM multiplica por ~5 el riesgo de DM2 y por 2–3 el riesgo de ECV. Los pacientes con SM también tienen entre 2 y 4 veces más riesgo de accidente cerebrovascular, y 3–4 veces más riesgo de infarto de miocardio, en comparación con individuos sin este síndrome. Debido a esto, el SM se considera un importante motor en la actual epidemia global de diabetes y enfermedades cardiovasculares, siendo ya uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI. La carga de morbimortalidad prematura asociada a estas condiciones amenaza con desbordar los presupuestos sanitarios en muchos países.

Paralelamente, la diabetes mellitus –especialmente la tipo 2, que constituye ~90% de los casos– se ha convertido en una pandemia silenciosa. La DM2 se caracteriza por hiperglucemia crónica secundaria a resistencia a la insulina y/o déficit de secreción de insulina. Sus complicaciones crónicas (cardiovasculares, renales, neurológicas, oculares) la convierten en una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial. En las últimas décadas, la prevalencia de DM2 ha aumentado drásticamente en países de todos los niveles de ingreso, impulsada por cambios demográficos (envejecimiento poblacional), urbanización, dietas no saludables, inactividad física y el consecuente aumento del sobrepeso/obesidad. A continuación, se revisa el estado del arte sobre síndrome metabólico y diabetes, con énfasis en prevalencia, factores de riesgo, impacto en salud pública, tratamientos actuales (innovaciones y terapias emergentes), y políticas públicas a nivel global y en Colombia, basándose en la literatura científica más reciente.

Prevalencia y tendencias epidemiológicas

Prevalencia global del síndrome metabólico: Se estima que entre una cuarta parte y un tercio de la población adulta mundial presenta el síndrome metabólico. Datos recientes sugieren que aproximadamente 31% de la población mundial padece SM. Esta proporción puede variar ampliamente (desde <10% hasta >80%) según la región geográfica (más alto en entornos urbanos que rurales), grupo étnico, edad, sexo y los criterios diagnósticos utilizados. La tendencia global del SM es al alza, en paralelo con la epidemia de obesidad. Dado que el SM frecuentemente precede a la diabetes y a la ECV, su creciente prevalencia augura un incremento en dichas enfermedades en las próximas décadas.

Prevalencia global de diabetes: La diabetes ha alcanzado cifras epidémicas. Según el Atlas de Diabetes de la Federación Internacional de Diabetes (FID), en 2024 existían 589 millones de adultos (20–79 años) viviendo con diabetes en el mundo, lo que equivale a 1 de cada 9 adultos. La prevalencia global estimada es de ~11.1% en adultos, habiendo aumentado desde ~4.7% en 1980. Proyecciones indican que, de continuar las tendencias actuales, para 2050 uno de cada 8 adultos en el mundo (853 millones) tendrá diabetes. Cabe destacar que más del 90% de estos casos corresponden a diabetes tipo 2, atribuible en gran medida a factores relacionados con el estilo de vida y el envejecimiento poblacional. La diabetes tipo 1, aunque mucho menos común, también ha mostrado un aumento en incidencia en algunos países, pero sigue representando una minoría de los casos.

Situación en Colombia – prevalencia: Colombia no es ajena a estas tendencias. Estudios recientes revelan una alta carga de síndrome metabólico y diabetes en la población colombiana. En una encuesta poblacional en Bogotá (2022–2023), la prevalencia de DM2 en adultos fue 11.0%, cifra superior a estimaciones previas y semejante a la media global. En la misma muestra, el síndrome metabólico afectaba alrededor del 30–34% de los adultos (según el criterio usado). Estos hallazgos sugieren que aproximadamente un tercio de los adultos urbanos podría tener SM. A nivel nacional, datos del sistema de salud indican que cerca del 8–10% de la población adulta vive con diabetes. La Cuenta de Alto Costo reportó ~1.8 millones de personas con diagnóstico de diabetes (≈8% de prevalencia) en Colombia en 2023, con un marcado incremento respecto a años previos (p.ej., se registraron ~1.6 millones de casos en 2022 y ~2.0 millones en 2023, evidenciando un aumento significativo). La prevalencia de diabetes aumenta con la edad, alcanzando 24.4% en el grupo de 75–79 años, reflejando el efecto del envejecimiento. Aunque faltan estudios nacionales amplios sobre SM, la alta incidencia de obesidad y alteraciones metabólicas sugiere que la prevalencia de SM en Colombia podría rondar un tercio de los adultos, similar a lo observado en Bogotá.

Tendencias y disparidades: Tanto el SM como la diabetes exhiben disparidades según sexo y nivel socioeconómico. Algunos estudios en Colombia han encontrado mayor prevalencia de SM en mujeres y en personas de bajo nivel educativo o no aseguradas. Esto coincide con patrones globales, donde poblaciones vulnerables suelen presentar mayor riesgo debido a determinantes sociales (dieta de mala calidad, menor acceso a atención preventiva, etc.). Geográficamente, la urbanización conlleva mayor sedentarismo y cambios dietéticos que aumentan la incidencia de obesidad, SM y diabetes; en zonas rurales tradicionales, la prevalencia histórica era menor, aunque la brecha tiende a cerrarse con la transición nutricional. En resumen, la carga de estas condiciones va en aumento en todo el mundo y en Colombia, impulsada por cambios de estilo de vida globalizados.

Factores de riesgo y fisiopatología

Obesidad y estilo de vida: El principal impulsor tanto del síndrome metabólico como de la DM2 es el exceso de peso corporal, en especial la obesidad central (acumulación de grasa visceral). Se estima que alrededor del 80–90% de los casos de DM2 son atribuibles a sobrepeso u obesidad. La obesidad multiplica por alrededor de 4 veces el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Asimismo, la adiposidad visceral desempeña un papel clave en la fisiopatología del SM, provocando resistencia a la insulina e inflamación crónica de bajo grado. Dietas hipercalóricas ricas en azúcares añadidos y grasas saturadas, sumadas a la inactividad física, son factores conductuales fuertemente asociados. La rápida urbanización y cambios en los patrones alimentarios (consumo de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas) han creado entornos obesogénicos a nivel global. En la región de las Américas –que incluye a Colombia– el 68% de los adultos tienen sobrepeso u obesidad, siendo la región con mayor prevalencia de obesidad en el mundo. En Colombia, datos del registro indican que más de dos tercios de las personas con diabetes presentan sobrepeso u obesidad concomitante, reflejando la estrecha asociación entre estas condiciones.

Resistencia a la insulina y factores metabólicos: La resistencia a la insulina es el mecanismo subyacente central en el SM y la génesis de la DM2. El exceso de ácidos grasos libres procedentes del tejido adiposo sobrecargado se deposita en hígado, músculo y páncreas (grasa ectópica), induciendo resistencia insulínica en tejidos periféricos e insuficiencia relativa de células β pancreáticas. La hiperinsulinemia compensatoria inicial eventualmente progresa a falla secretora y hiperglucemia sostenida. Otros componentes del SM (hipertensión, dislipidemia aterogénica con triglicéridos altos y HDL bajo) comparten factores de base como inflamación sistémica e estrés oxidativo elevados. Genéticamente, existe predisposición familiar tanto para DM2 como para almacenamiento visceral de grasa; ciertos grupos étnicos (ej. Surasiáticos, indígenas americanos) muestran mayor susceptibilidad a síndrome metabólico y diabetes a menores índices de masa corporal.

Edad, sexo y otros factores: La prevalencia de SM y diabetes aumenta con la edad adulta, reflejando la acumulación de factores de riesgo a lo largo de la vida. Después de los 50–60 años, la incidencia de DM2 crece exponencialmente. El sexo masculino se asocia clásicamente a mayor riesgo cardiometabólico a edades intermedias, aunque las mujeres posmenopáusicas alcanzan riesgos equiparables o mayores de SM (influencia hormonal). Factores como sedentarismo, dieta poco saludable, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol son modificadores importantes del riesgo. También emergen evidencias de que la privación de sueño crónico, el estrés psicosocial y ciertos contaminantes ambientales (disruptores endocrinos) pueden contribuir a la resistencia a la insulina y adiposidad central. En pacientes con diabetes establecida, factores como un mal control glucémico y comorbilidades (por ejemplo, síndrome de apnea del sueño) pueden retroalimentar el riesgo cardiovascular.

En resumen, el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2 son enfermedades multifactoriales fuertemente ligadas a estilos de vida modernos. La prevención primaria se centra en abordar estos factores de riesgo: promoción de alimentación saludable, aumento de la actividad física, control del peso corporal y evitación de hábitos nocivos. Identificar a individuos con prediabetes o SM (mediante cribados de obesidad abdominal, glicemia, lípidos y presión arterial) brinda la oportunidad de intervenir precozmente para impedir la progresión a diabetes y complicaciones mayores.

Impacto en la salud pública

Carga global de enfermedad: La diabetes y el síndrome metabólico suponen una enorme carga para la salud pública mundial. La diabetes figura entre las primeras causas de mortalidad y discapacidad: en 2024 se le atribuyeron 3.4 millones de muertes a nivel global (una muerte cada 9 segundos). Además, es una de las principales causas de cieguera, insuficiencia renal terminal, amputaciones no traumáticas de extremidades inferiores, y un factor mayor de riesgo de infarto e ictus. En términos de años de vida saludables perdidos, la diabetes (junto con su nefropatía asociada) ocasiona la pérdida de alrededor de 8 millones de años de vida ajustados por discapacidad anualmente en la región de las Américas. Se estima que más del 40% de las personas con diabetes no están diagnosticadas, lo que agrava el riesgo de complicaciones silenciosas.

El síndrome metabólico, por su parte, contribuye indirectamente a esta carga al predisponer a diabetes y ECV. Individuos con SM tienen un 35% más riesgo de eventos cardiovasculares no fatales y mueren ~30% más que aquellos sin SM en seguimientos a largo plazo. Además, desarrollan infartos de miocardio e ictus en promedio 2 a 3 años más temprano que sus pares metabólicamente sanos. Dada la alta prevalencia del SM (afectando a ~1 de cada 3 adultos globalmente), su impacto poblacional es sustancial en términos de costos sanitarios y mortalidad prematura atribuible.

Impacto en Colombia: En Colombia, la diabetes mellitus ha escalado posiciones entre las causas de enfermedad y muerte. En 2022, la diabetes fue la octava causa de mortalidad general en el país y la quinta causa de años de vida perdidos por discapacidad (AVISA o DALYs), según datos de SISPRO y la OPS. Para 2023, se registraron 7.859 muertes atribuidas directamente a la diabetes en Colombia, cifra que evidencia el importante impacto de esta patología. La mortalidad por diabetes puede estar subestimada, pues muchas defunciones por causas cardiovasculares o renales subyacentes tienen a la diabetes como factor contribuyente. Adicionalmente, la población con diabetes conlleva altos costos para el sistema de salud: la atención de las complicaciones (infartos, accidentes cerebrovasculares, diálisis, amputaciones, etc.) implica un uso intensivo de recursos médicos. A nivel individual y familiar, la carga económica también es elevada, considerando costos de medicamentos, insumos (p.ej. tiras reactivas, insulinoterapia) y pérdida de productividad laboral debido a enfermedad.

En cuanto al síndrome metabólico, aunque no se contabiliza como diagnóstico único en estadísticas de mortalidad, su presencia masiva en la población es un peligro latente. La elevada prevalencia de sobrepeso/obesidad en Colombia (alrededor de 56% de los adultos según encuestas nacionales) sugiere que una proporción importante de la población reúne componentes del SM. Esto adelanta un aumento futuro en incidencia de diabetes tipo 2, hipertensión y eventos cardiovasculares si no se fortalecen las medidas preventivas.

Costos y carga socioeconómica: Globalmente, la diabetes implicó en 2024 un gasto en salud de al menos 1 billón de dólares (USD), un aumento del 338% en los últimos 17 años. Este gasto incluye atención hospitalaria, medicamentos, consultas y gestión de complicaciones. En países en desarrollo, donde la enfermedad suele presentarse en edades más tempranas y en población económicamente activa, el impacto en la productividad y el desarrollo es considerable. Las personas con diabetes incurren en gastos catastróficos para sostener su tratamiento en ausencia de cobertura sanitaria adecuada. En Colombia, gracias a la cobertura casi universal de salud, la mayoría de los pacientes con diabetes tienen acceso a atención médica básica; sin embargo, la creciente demanda de terapias más costosas (como nuevos antidiabéticos y terapias para complicaciones) tensiona las finanzas del sistema de salud. El síndrome metabólico, al ser tan prevalente, representa un desafío a gran escala para la promoción de estilos de vida saludables y la prevención de enfermedades crónicas.

En conclusión, la epidemia conjunta de síndrome metabólico y diabetes constituye una amenaza mayor para la salud pública, dada su alta prevalencia, sus complicaciones graves y los costos asociados. Controlar esta epidemia es crucial para reducir la carga de ECV, insuficiencia renal y otras complicaciones en las próximas décadas.

Tratamientos actuales e innovaciones terapéuticas

Manejo integral del síndrome metabólico: El tratamiento del SM se basa principalmente en modificar los factores de riesgo subyacentes. La piedra angular es el cambio de estilo de vida: adopción de una dieta saludable (p. ej., dieta mediterránea o plan alimentario equilibrado con control de calorías), aumento de la actividad física regular, y reducción de peso sostenida. Está demostrado que una pérdida de peso del 5–10% en personas con sobrepeso puede mejorar todos los componentes del SM (disminuye la glicemia, la presión arterial y mejora el perfil lipídico). Las guías internacionales recomiendan combinar intervenciones: asesoría nutricional, programas de ejercicio, y apoyo conductual para lograr adherencia. En caso de que las medidas no farmacológicas no logren el control de los factores de riesgo, se introduce tratamiento farmacológico dirigido a los componentes específicos. Esto incluye manejo de la hipertensión arterial (p. ej., con IECA, ARA-II, calcioantagonistas o diuréticos según perfil del paciente), tratamiento de la dislipidemia (estatinas como primera línea para LDL alto; fibratos o omega-3 para hipertrigliceridemia significativa), y uso de fármacos antihiperglucemiantes en caso de prediabetes/diabetes. Es importante recalcar que no existe una “píldora” única para el SM; el enfoque es multidisciplinario y dirigido a cada componente, idealmente coordinado por atención primaria y con educación intensa al paciente.

Tratamiento de la diabetes tipo 2 – panorama actual: En los últimos años, el manejo de la DM2 ha experimentado avances notables con nuevos fármacos que van más allá de la mera reducción de glucosa, aportando beneficios cardiovasculares y renales. La base del tratamiento sigue siendo las medidas no farmacológicas (dieta balanceada, ejercicio, educación diabetológica). Farmacológicamente, la metformina continúa como terapia de primera línea en la mayoría de pacientes recién diagnosticados, por su eficacia, seguridad, bajo costo y posible beneficio cardiovascular. Sin embargo, las guías actuales enfatizan un enfoque individualizado según comorbilidades. Por ejemplo, la Asociación Americana de Diabetes (ADA) y la Asociación Latinoamericana de Diabetes (ALAD) recomiendan considerar fármacos con beneficio cardiovascular temprano en pacientes con DM2 e historia de ECV, insuficiencia cardiaca o enfermedad renal crónica. Destacan dos clases innovadoras:

  • Agonistas de GLP-1 (péptido similar a glucagón-1): fármacos inyectables (ej. liraglutida, semaglutida, dulaglutida) que mejoran la secreción de insulina glucosa-dependiente, reducen el apetito y promueven pérdida de peso. Han demostrado reducir eventos cardiovasculares adversos mayores en pacientes con DM2 de alto riesgo. Además, la semaglutida a dosis altas se ha aprobado como tratamiento específico de obesidad, logrando reducciones ponderales significativas (~15% del peso corporal en promedio en ensayos clínicos). Estos agentes abordan simultáneamente dos ejes del SM: hiperglucemia y obesidad.
  • Inhibidores de SGLT2: medicamentos orales (ej. empagliflozina, dapagliflozina) que actúan en el riñón promoviendo glucosuria (eliminación de glucosa por orina). Sorprendentemente, han mostrado beneficios independientes de la glucosa, reduciendo la progresión de la nefropatía diabética, disminuyendo hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca y mortalidad cardiovascular en diversos estudios. Son especialmente útiles en diabéticos con insuficiencia cardiaca o enfermedad renal incipiente.

Otros fármacos orales como los inhibidores de DPP-4 (sitagliptina, etc.) y las tiazolidinedionas (pioglitazona) siguen disponibles, pero han sido algo relegados por el perfil más amplio de los GLP-1 y SGLT2. La insulinoterapia continúa siendo fundamental en diabetes tipo 1 y en DM2 avanzada o descompensada (p. ej., pacientes con hiperglucemia muy sintomática o HbA1c muy elevada al diagnóstico). Las insulinas análogas modernas (de acción ultrarrápida o prolongada) brindan flexibilidad en el manejo intensivo. Además, la monitorización de glucosa ha mejorado con dispositivos de monitoreo continuo de glucosa (CGM), facilitando el control y reduciendo hipoglucemias en pacientes insulinrequiring.

Innovaciones y terapias emergentes: La última década ha sido prolífica en avances terapéuticos que prometen transformar el manejo de la diabetes y sus comorbilidades:

  • Nuevos agentes incretínicos: Recientemente se han desarrollado fármacos multiagonistas que actúan sobre más de un eje hormonal. Un ejemplo destacado es tirzepatida, una inyección semanal que combina acción de agonista GLP-1 y GIP (otra incretina). En ensayos clínicos, tirzepatida logró reducciones impresionantes tanto de hemoglobina glicosilada como de peso corporal (pérdida promedio >20% del peso en 72 semanas en ciertos estudios). Este fármaco, inicialmente aprobado para DM2, ha mostrado tal eficacia en pérdida de peso que en 2023 la FDA también lo aprobó para el manejo de la obesidad con un nuevo nombre comercial. Tirzepatida inaugura una nueva clase terapéutica no insulínica que aborda de forma integral dos factores clave: hiperglucemia y adiposidad. México fue el primer país de Latinoamérica en disponer de tirzepatida en 2023, y se espera su introducción progresiva en otros mercados de la región, incluyendo Colombia, ampliando el arsenal terapéutico disponible para pacientes con DM2 y obesidad.
  • Terapias celulares y regenerativas: Un hito histórico ocurrió en 2023, cuando la FDA aprobó Lantidra, la primera terapia celular para diabetes tipo 1. Consiste en un trasplante alogénico de islotes pancreáticos obtenidos de donantes fallecidos, indicado en pacientes con DM1 de difícil control que sufren hipoglucemias severas recurrentes. Aunque esta terapia por ahora se limita a casos muy seleccionados en países desarrollados (dado su coste y necesidad de inmunosupresión), marca un antes y un después en la búsqueda de una cura funcional para la diabetes tipo 1. Paralelamente, hay ensayos clínicos en curso con células madre para generar células beta productoras de insulina; algunos reportes preliminares han mostrado que pacientes con DM1 tratados con células derivadas de stem cells han logrado independizarse de la insulina por periodos, aunque aún a nivel experimental.
  • Terapia génica: Dada la naturaleza multifactorial de la obesidad y la diabetes tipo 2, la terapia génica en humanos enfrenta desafíos enormes, pero avances en modelos animales sugieren potencial futuro. Por ejemplo, se han identificado vías hormonales (como leptina/melanocortina) donde la modulación genética podría corregir formas monogénicas de obesidad y mejorar la sensibilidad a la insulina. Si bien esto aún no es aplicable clínicamente, la investigación continua abre la posibilidad de enfoques radicales a largo plazo.
  • Tecnología e inteligencia artificial: En la práctica clínica actual, la adopción de bombas de insulina con sistemas de asa cerrada (páncreas artificial) está mejorando el control glucémico en diabetes tipo 1. Asimismo, apps de salud y algoritmos de inteligencia artificial permiten un monitoreo remoto de pacientes, ajuste de dosis y educación personalizada, optimizando la adherencia al tratamiento en diabetes tipo 2. Estas herramientas tecnológicas son cada vez más comunes y eventualmente podrían integrarse en programas de salud pública para seguimiento de condiciones crónicas como el SM.

En síntesis, el tratamiento de la diabetes y el síndrome metabólico ha evolucionado hacia un enfoque integral y multidisciplinario. No solo se busca el control glicémico, sino también la reducción del riesgo cardiovascular y la mejoría de la calidad de vida. Las nuevas terapias (fármacos innovadores, biológicos y tecnología) ofrecen oportunidades sin precedentes, pero también plantean retos de accesibilidad y costo. Es fundamental que los médicos generales e internistas se mantengan actualizados sobre estos avances para implementar las opciones óptimas en cada paciente, individualizando según factores como presencia de ECV, peso, función renal, riesgo de hipoglucemia y consideraciones socioeconómicas.

Cabe destacar que los estándares de cuidado internacionales se actualizan constantemente para reflejar estas innovaciones. Por ejemplo, los lineamientos 2023 de la ADA incluyeron nuevas recomendaciones en el manejo de obesidad, hipertensión, uso de fármacos cardiorrenoprotectores y abordaje de determinantes sociales de la salud en la atención de la diabetes. Esto demuestra una visión más amplia del tratamiento, que abarca la persona en su totalidad y su entorno, más allá de la glucosa.

Políticas públicas y estrategias de prevención

Dada la magnitud de la problemática, los esfuerzos de salud pública –tanto internacionales como nacionales– se centran en prevenir nuevos casos de síndrome metabólico y diabetes, mejorar la detección precoz y optimizar el manejo de quienes ya viven con estas condiciones.

Compromisos y estrategias globales: A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido la urgencia de la epidemia de enfermedades no transmisibles (ENT) como la diabetes. En 2011, las Naciones Unidas celebraron una Reunión de Alto Nivel sobre ENT, estableciendo como meta reducir 25% la mortalidad prematura por ENT para 2025. Específicamente, existe un objetivo global acordado de detener el aumento de la obesidad y la diabetes para el año 2025. Aunque es poco probable que se logre contener por completo el incremento dada la situación actual, este objetivo ha impulsado a muchos países a implementar planes de acción. La OMS lanzó en 2021 el Pacto Global contra la Diabetes (Global Diabetes Compact) para intensificar la prevención, mejorar la atención y asegurar el acceso a medicinas esenciales (como la insulina) a nivel global, reconociendo que millones de personas con diabetes en países de ingresos bajos y medios carecen de tratamiento adecuado. Dentro de las “mejores inversiones” recomendadas por la OMS para combatir las ENT figuran medidas como: promoción de dietas saludables y actividad física; impuestos a productos nocivos (tabaco, bebidas azucaradas, alcohol); mejora del etiquetado nutricional de alimentos; detección temprana de diabetes (p. ej., tamizaje de prediabetes en atención primaria); y fortalecimiento de la atención clínica con enfoques integrales (manejo conjunto de diabetes, hipertensión y dislipidemia). Organismos internacionales como la Federación Internacional de Diabetes (FID) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) también apoyan la formulación de guías y la cooperación técnica para que los países desarrollen políticas efectivas. Un ejemplo es la iniciativa HEARTS de la OPS/OMS, que Colombia ha adoptado, orientada a estandarizar la atención de hipertensión, riesgo cardiovascular y diabetes en el primer nivel de atención mediante protocolos basados en evidencia.

Políticas nacionales en Colombia: El gobierno colombiano, a través del Ministerio de Salud y Protección Social, ha incorporado la prevención y control de las ENT (incluyendo obesidad, diabetes y enfermedad cardiovascular) como prioridades en sus planes nacionales de salud pública. Desde la Ley 1355 de 2009 se declaró la obesidad como un asunto de interés nacional de salud pública, y subsecuentes planes como el Plan Decenal de Salud Pública han contemplado metas para reducir la prevalencia de factores de riesgo metabólicos. En línea con las recomendaciones internacionales, Colombia implementó en 2023 una medida emblemática: los “impuestos saludables” a las bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados. A partir del 1° de noviembre de 2023 entró en vigor un impuesto escalonado a las gaseosas, jugos azucarados, maltas y otras bebidas con azúcar añadido, así como a productos comestibles ultraprocesados con alto contenido de azúcares, sodio o grasas saturadas. El objetivo de esta norma (Ley 2277 de 2022) es desincentivar el consumo de productos vinculados a la obesidad y diabetes, al mismo tiempo que generar ingresos para financiar actividades de salud. Si bien esta política suscitó debate, representa un avance significativo en la lucha contra la “epidemia nutricional”.

Además del impuesto a las bebidas azucaradas, Colombia ha adoptado otras estrategias de salud pública relevantes:

  • Etiquetado frontal nutricional: Siguiendo modelos exitosos como el de Chile, en 2021 se reglamentó la implementación de sellos frontales de advertencia en alimentos altos en azúcar, sodio o grasas, para informar al consumidor y desalentar la compra de opciones poco saludables. Esta medida se encuentra en fase de implementación por parte de la industria alimentaria.
  • Programas de promoción y prevención: El Ministerio de Salud, en conjunto con entes territoriales, ejecuta campañas educativas como “Cuídate, de corazón”, orientada a sensibilizar sobre los riesgos cardiovasculares y metabólicos, fomentando chequeos médicos periódicos en personas con factores de riesgo (antecedentes familiares, obesidad, sedentarismo). También se han fortalecido las Guías de Práctica Clínica para diabetes tipo 2 (actualizadas con participación de asociaciones científicas locales), las cuales enfatizan manejo multifactorial y centrado en el paciente.
  • Mejoramiento de la atención integral: Colombia, a través de la Cuenta de Alto Costo, realiza seguimiento epidemiológico de pacientes con diabetes en el sistema de aseguramiento, vigilando indicadores de calidad de la atención (por ejemplo, proporción de pacientes con hemoglobina glicosilada realizada y en meta, control de tensión arterial, etc). Estos informes permiten identificar brechas en la atención. Por ejemplo, en 2023 solo 40% de los pacientes con diabetes tuvieron medición de HbA1c en el año previo, de los cuales 60% alcanzaron la meta de control (<7%), evidenciando oportunidad de mejora en detección y seguimiento. Sobre este panorama, el país ha venido integrando la estrategia HEARTS en atención primaria, que provee un paquete técnico para manejo estandarizado de hipertensión, diabetes y dislipidemia, con algoritmos simplificados y suministro asegurado de medicamentos esenciales (metformina, antihipertensivos, estatinas, etc.) en el primer nivel.
  • Regulación de entornos saludables: Se avanza en políticas intersectoriales que promuevan actividad física (construcción de ciclorrutas, parques, programas comunitarios) y alimentación saludable (leyes para entornos escolares libres de comida chatarra, regulación de publicidad de alimentos dirigida a niños). La reciente estrategia de Etiquetado Nutricional y Entornos Alimentarios Saludables complementa los impuestos saludables para crear un ambiente que facilite decisiones saludables por parte de la población.

Retos actuales: Pese a las políticas en marcha, quedan desafíos significativos. La adherencia a estilos de vida sanos es baja en la población; se requiere intensificar la educación sanitaria desde edades tempranas para revertir tendencias de obesidad infantil que eventualmente alimentarán más casos de SM y diabetes. También es crucial mejorar la detección temprana: todavía muchas personas desconocen que tienen prediabetes o hipertensión hasta que presentan complicaciones. En Colombia, el tamizaje oportuno en atención primaria debe fortalecerse –por ejemplo, promoviendo la medición rutinaria de glicemia en mayores de 45 años o en grupos de riesgo. Igualmente, la equidad en el acceso a nuevas terapias es un tema candente: fármacos innovadores como agonistas GLP-1 o iSGLT2, aunque incluidos en guías, pueden ser costosos; las autoridades reguladoras y pagadores trabajan en estrategias para viabilizar su uso en quienes más se beneficiarían (población con alto riesgo cardiovascular).

A nivel internacional, se aboga por incluir medicamentos clave (p. ej. análogos de GLP-1 de acción prolongada) en las Listas de Medicamentos Esenciales de la OMS para presionar una reducción de precios. Asimismo, la colaboración global en investigación continúa, a través de ensayos clínicos multinacionales y redes de investigación en diabetes, muchas de las cuales incluyen centros y pacientes colombianos, asegurando que el país contribuya y se beneficie del conocimiento científico de frontera.

Conclusiones

El síndrome metabólico y la diabetes conforman una doble amenaza epidemiológica que afecta a un porcentaje elevado de la población mundial y colombiana. Su prevalencia ha ido en aumento, impulsada por cambios en la nutrición y estilo de vida, y acompañada de enormes costos humanos y económicos. Para los médicos generales e internistas, es esencial reconocer que nos encontramos ante enfermedades prevenibles en gran medida: la identificación temprana de individuos en riesgo (prediabetes, sobrepeso, SM) y la intervención agresiva en hábitos puede frenar la progresión hacia diabetes y complicaciones cardiovasculares. Cuando la enfermedad ya está establecida, el manejo óptimo requiere un abordaje integral de todos los factores de riesgo. Afortunadamente, la última década nos ha brindado nuevas herramientas terapéuticas desde fármacos innovadores hasta tecnologías de salud digital que, utilizadas adecuadamente, pueden mejorar sustancialmente el pronóstico de nuestros pacientes.

No obstante, ningún avance médico individual será suficiente sin el soporte de políticas públicas efectivas y sostenidas. La experiencia internacional muestra que las intervenciones poblacionales (impuestos a azúcares, promoción de entornos saludables, campañas educativas) pueden modificar el curso de estas epidemias lentamente pero de forma tangible. Colombia ha dado pasos importantes en esta dirección, aunque los resultados se verán a mediano y largo plazo. Es imperativo continuar alineando los esfuerzos clínicos con los de salud pública: el consultorio y la comunidad deben ir de la mano.

En conclusión, enfrentar con éxito el síndrome metabólico y la diabetes requerirá un enfoque multidimensional, combinando ciencia actualizada, atención clínica de calidad, empoderamiento del paciente, y políticas socio-sanitarias robustas. Solo así podremos aliviar la carga que estas condiciones imponen y avanzar hacia una población más sana y un sistema de salud sostenible.

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